TUPAC AMARU II: HACE 230 AÑOS LA HISTORIA PUDO SER DISTINTA.
JUAN CONTRERAS T.
Hacia el 04 de noviembre de 1780 estallo el mas importante movimiento revolucionario de America del Sur, liderado por José Gabriel Condorcanqui, llamado Tupac Amaru II, en la comarca de Tinta, departamento del Cuzco.
La investigación histórica, en resumen, ha coincidido en definir el carácter revolucionario de este alzamiento armado como el mas serio proyecto transformador del orden colonial que obligo a la Corona española movilizar soldados, armas y dinero hacia Lima y luego el Cuzco para sofocar la lucha tupacamarista.
A partir de una exigencia reformista que incluía la creación de una audiencia en el Cuzco, la radicalidad del movimiento obligo a recrear el programa tupacamarista que en suma postulaba las bases iniciales de la independencia anticolonial, la eliminación de la oprobiosa mita minera que miles de muertes de indígenas había provocado en el Virreynato del Perú, la abolición de los tributos, la expulsión de los chapetones, la libertad de los negros, etc. Esencialmente, un nuevo orden, una nueva historia en nuestras tierras. Para decirlo con exactitud, el Estado - Nación que las clases dominantes no lograron construir en nuestro país.
Tras su ahogamiento en sangre en mayo de 1781, que termino con la ejecución de sus mas importantes lideres, incluyendo Tupac Amaru II, esta gesta revolucionaria parece hoy estar condenada al olvido interesado de quienes conducen la formación educativa de nuestra niñez, incluso de los jóvenes universitarios. Nadie desde el oficialismo ha dicho algo a 230 años de esta gesta revolucionaria. Ingratitud oficial, mezquindad, temor sin limites de la derecha gobernante.
Decir que un pueblo sin memoria es un pueblo sin destino, capaz de repetir sus propios errores, resulta casi una letanía demagógica que el oficialismo enarbola para marcar sus intereses y perennizar su visión histórica en el tiempo.
Para contrarrestar el olvido y el silenciamiento oficial emerge la tradición, es decir, la sostenida creencia de los pueblos acerca de la legitimidad de sus luchas contra el autoritarismo, la barbarie y el terror de todo signo. Eso es lo que importa ahora, perennizar en la mente de las futuras generaciones y en el tiempo la tradición de lucha de nuestro pueblo, de nuestra gente.
Otros pueblos lo tienen presente y han hecho de la tradición un fuerte componente de su identidad. ¿Alguien podría olvidar en México al cura Hidalgo, conductor y jefe de la revolución mexicana, o a los heroicos Emiliano Zapata y Pancho Villa? ¿Será posible escribir la historia del pueblo cubano sin la pedagogía revolucionaria de Marti? Y, junto a ellos, Bolívar, Nariño y tantos otros que con sus ideas y lucha escribieron la historia de nuestro continente.
Ahora que el oficialismo enarbola un mensaje seudo nacionalista por la recuperación de las piezas arqueológicas apropiadas por la Universidad de Yale y se silencia desde todos los medios el significado de la guerra tupacamarista de 1780 resulta importante desde el magisterio una mirada a nuestra historia y retomar, salvando las distancias del tiempo, el mensaje del proyecto transformador, nacional y revolucionario del cacique de Tungasuca.
Para los voceros de la derecha podría esto resultar un retorno al arcaísmo histórico, anacronismo de viejo tipo, etc. Pero, ¿que pueblo que se estime no construye su identidad a partir de las heroicas gestas de sus mejores hijos ? No es cierto acaso que para las clases dominantes resulta mejor un pueblo desmemoriado, ignorante de su pasado y al servicio de intereses perversos. Basta ya. Al silenciamiento oficial opongamos la tradición histórica, la memoria que el tiempo no extingue, pese a nuestra derecha depredadora.
Hacia el 04 de noviembre de 1780 estallo el mas importante movimiento revolucionario de America del Sur, liderado por José Gabriel Condorcanqui, llamado Tupac Amaru II, en la comarca de Tinta, departamento del Cuzco.
La investigación histórica, en resumen, ha coincidido en definir el carácter revolucionario de este alzamiento armado como el mas serio proyecto transformador del orden colonial que obligo a la Corona española movilizar soldados, armas y dinero hacia Lima y luego el Cuzco para sofocar la lucha tupacamarista.
A partir de una exigencia reformista que incluía la creación de una audiencia en el Cuzco, la radicalidad del movimiento obligo a recrear el programa tupacamarista que en suma postulaba las bases iniciales de la independencia anticolonial, la eliminación de la oprobiosa mita minera que miles de muertes de indígenas había provocado en el Virreynato del Perú, la abolición de los tributos, la expulsión de los chapetones, la libertad de los negros, etc. Esencialmente, un nuevo orden, una nueva historia en nuestras tierras. Para decirlo con exactitud, el Estado - Nación que las clases dominantes no lograron construir en nuestro país.
Tras su ahogamiento en sangre en mayo de 1781, que termino con la ejecución de sus mas importantes lideres, incluyendo Tupac Amaru II, esta gesta revolucionaria parece hoy estar condenada al olvido interesado de quienes conducen la formación educativa de nuestra niñez, incluso de los jóvenes universitarios. Nadie desde el oficialismo ha dicho algo a 230 años de esta gesta revolucionaria. Ingratitud oficial, mezquindad, temor sin limites de la derecha gobernante.
Decir que un pueblo sin memoria es un pueblo sin destino, capaz de repetir sus propios errores, resulta casi una letanía demagógica que el oficialismo enarbola para marcar sus intereses y perennizar su visión histórica en el tiempo.
Para contrarrestar el olvido y el silenciamiento oficial emerge la tradición, es decir, la sostenida creencia de los pueblos acerca de la legitimidad de sus luchas contra el autoritarismo, la barbarie y el terror de todo signo. Eso es lo que importa ahora, perennizar en la mente de las futuras generaciones y en el tiempo la tradición de lucha de nuestro pueblo, de nuestra gente.
Otros pueblos lo tienen presente y han hecho de la tradición un fuerte componente de su identidad. ¿Alguien podría olvidar en México al cura Hidalgo, conductor y jefe de la revolución mexicana, o a los heroicos Emiliano Zapata y Pancho Villa? ¿Será posible escribir la historia del pueblo cubano sin la pedagogía revolucionaria de Marti? Y, junto a ellos, Bolívar, Nariño y tantos otros que con sus ideas y lucha escribieron la historia de nuestro continente.
Ahora que el oficialismo enarbola un mensaje seudo nacionalista por la recuperación de las piezas arqueológicas apropiadas por la Universidad de Yale y se silencia desde todos los medios el significado de la guerra tupacamarista de 1780 resulta importante desde el magisterio una mirada a nuestra historia y retomar, salvando las distancias del tiempo, el mensaje del proyecto transformador, nacional y revolucionario del cacique de Tungasuca.
Para los voceros de la derecha podría esto resultar un retorno al arcaísmo histórico, anacronismo de viejo tipo, etc. Pero, ¿que pueblo que se estime no construye su identidad a partir de las heroicas gestas de sus mejores hijos ? No es cierto acaso que para las clases dominantes resulta mejor un pueblo desmemoriado, ignorante de su pasado y al servicio de intereses perversos. Basta ya. Al silenciamiento oficial opongamos la tradición histórica, la memoria que el tiempo no extingue, pese a nuestra derecha depredadora.
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